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Visualización Gigapíxel

Joaquín Sorolla Bastida

Valencia, 1863 – Cercedilla, 1923

Fue un pintor Valenciano cuya formación, al igual que la de Pinazo, con quien coincidió en el periodo de su vida, también pasó por la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia donde ingresó en 1897. Tras sus estudios locales, el artista viajó a ciudades como Madrid, Roma y París. En la capital española estudió a algunos de los artistas del Museo del Prado como el Greco, Velázquez o Ribera, en la capital italiana compartió entorno de aprendizaje con consagrados artistas como José Benlliure Gil y Emilio Sala. Su estancia en la ciudad Parisina le sirvió como punto de inflexión artístico y le llevó a una gran revolución con su nuevo estilo. Los encargos fueron aumentando y con ellos su fama internacional.

Aunque se asocien con más facilidad al artista las escenas soleadas de la costa del mar valenciano, en los diferentes períodos de la carrera del gran maestro del siglo XIX también estuvieron presentes, entre otras, las temáticas de denuncia social, de desnudo o la de retrato y paisaje, en la que en numerosas ocasiones plasma y resalta el papel femenino en la España de finales del siglo XIX y principios del XX.

Niño de la bola

1887. Óleo sobre lienzo. 97.4×72 cm.

En 1884 Sorolla fue pensionado por la Diputación de Valencia para perfeccionar sus estudios en Roma. Las obras de este periodo se enmarcan en su etapa de formación (corrección del dibujo, contención de la pincelada, sobriedad), pero también empiezan a dejar ver al futuro artista más expansivo, enérgico y de pincelada vivaz. En ese contexto se realizó esta obra, firmada en Roma. Se trata de  un serio estudio de figura. Sobre un fondo luminoso pero en cierto modo neutro los tonos sienas y carnosos de la piel del joven destacan en contraste y modelado. En la fotografía gigapíxel podemos apreciar con claridad como la pincelada manda a la forma  con maestría (se dice en términos pictóricos cuando la pincelada  genera el volumen, adaptándose a él y apareciendo y desapareciendo según conviene por contraste o por morfología, dibujando con el pincel). Por supuesto que esto requiere un enorme dominio del pincel, un virtuosismo y precisión en el recorrido que sumado al control del tono y de la luz (el valor) generan la sensación de gran realismo. Este dominio técnico es apreciable en los pequeños límites ahora visibles gracias a esta resolución, donde descubrimos el microcontraste que generan bordes oscuros del dibujo a pincel (barbilla, nariz) o blancos (pelo, parte inferior de la rodilla derecha) que potencian todo este trabajo técnico preciso. Subyace un dibujo perfecto, especialmente visible en el rostro pero también en toda la obra, liberado en el trabajo del pelo, donde Sorolla mezcla fondo y figura con valentía y seguridad. La obra gana así en unidad y espontaneidad, y en los detalles más precisos y preciosos de la anatomía,  en ternura y sensibilidad. Con esta imagen gigapíxel revivimos el proceso pictórico de un Sorolla tan académico como excelente.

Propiedad de la Diputaciò de València