Su padre tenía el oficio de pintor mural. Desde su adolescencia, Leopoldo comenzó a trabajar con los pintores decorativos, llegando a formar parte de la Sociedad de Pintores Murales.

Por la calidad de sus primeras obras le animaron a inscribirse en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y en el año 1900 toma una arriesgada decisión y se marcha a París, hecho que marcaría su futura carrera artística. El pintor fijaría allí su residencia durante largos años, aunque hizo bastantes visitas a Valencia y pasó muchas temporadas estivales en Jávea.

La vida de Leopoldo García Ramón se desarrolla principalmente entre París, Barcelona y Valencia. Durante ese ir y venir el pintor celebra varias y consecutivas muestras individuales, en las obtuvo un importante éxito artístico y comercial.