Diego Velázquez
Sevilla, 1599 – Madrid, 1660
Con once años ingresa en el taller del erudito maestro sevillano del momento Francisco Pacheco, quien posteriormente sería el yerno del artista. En la ciudad natal creció con la imitación pictórica de una naturaleza de la que formaban parte los bodegones, naturalezas muertas y objetos cotidianos como los de cocina. La primera etapa del artista queda marcada por el naturalismo, la gran presencia del dibujo y una paleta colorida. Posteriormente, se trasladaría a Madrid donde prestó su servicio como pintor del Rey Felipe IV, quien lo nombró pintor de cámara.
La obra del pintor suele clasificarse tradicionalmente en tres grupos: la pintura religiosa, pintura de género o los retratos.
Autorretrato
ca. 1650. Óleo sobre lienzo. 44.2×37.1 cm.
Este autorretrato fue realizado por Velázquez durante la estancia en Roma, desplazamiento por orden del Rey Felipe IV, quien le había ordenado ir para traer pinturas y esculturas antiguas. Esta pintura pasó a formar parte de las posesiones de José Martínez en 1798 tras ser extraída de los bienes artísticos del Vaticano. Posteriormente, pasaría a manos de don francisco Martínez Blanch de quien quedaría como legado a la Real Academia de San Carlos en 1835.
Con la visualización gigapíxel el trazo parece ser confuso desde cerca, debido a una pincelada que busca precisamente dotar al retratado de cierta ambientación. Sin embargo, esta gestualidad característica con aires del posterior movimiento impresionista, permiten que el cerebro y la mirada del espectador terminen reconociendo la fisonomía del propio Velázquez a distancia. En este retrato es la luz y no el dibujo la que define los principales volúmenes del rostro, que emerge sorprendentemente de una atmósfera casi palpable.
Museo de Bellas Artes de Valencia
Nº de inventario 572
Sala 15
Colección Real Academia de Bellas Artes de San Carlos